Nacida en 1934, Helena Almeida desarrolló a finales de los años sesenta una propuesta basada en la abstracción geométrica, a la que incorporó nociones del arte conceptual, el performance y la valoración del cuerpo. Estas influencias propiciaron una consideración alternativa de los materiales propios de la pintura, con lo cual los lienzos y bastidores asumieron un carácter protagónico, a modo de pieles y armazones que trastornaron la estabilidad de las formas geométricas y dieron a sus obras la cualidad de lo "habitable". La sublimación de los medios de la pintura para convertirlos en cuerpos que habitan un espacio real, dio paso en los setenta al aislamiento de la pincelada como unidad mínima de lo pictórico. A partir de allí, a través de un elaborado vaivén entre el espacio ilusorio y el real de la imagen, Almeida construyó un discurso diáfano, poético y esencial acerca del signo visual, la pintura, el autor y la modelo. Este entramado se despliega en una secuencia ci
el arte que nos rodea