Helena Almeida: la imagen activada
A finales de los sesenta, en medio de los cambios que se producen en el rígido sistema dictatorial que gobierna su país, Helena Almeida (Lisboa, 1934) comienza a asumir y desmontar de manera crítica algunos de los fundamentos del arte moderno.
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Helena Almeida. Tela habitada, 1977. Fotografía blanco y negro. 60 x 40 cm |
Una parte de la inestabilidad que padece el arte de aquel tiempo pasa por el aparente final de la pintura. Y en esa discusión participa Almeida en 1968 con una propuesta que a partir del reconocimiento de los medios pictóricos: bastidor, tela y bidimensionalidad, termina por revelar un rol del artista como activador de la obra de arte.
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Helena Almeida. Sin título, 1968. Acrílico sobre tela. 130 x 97 cm |
Consciente de que esa activación es producto de una presencia cada vez más determinante del autor, no tardará en incluirse ella misma en la pintura, en vestirse con ella o en habitarla, términos que aluden a los títulos de sus obras de entonces y que recogen la intención que seguirá su trabajo en los próximos años.
Helena Almeida. Pintura habitada, 1975. Acrílico sobre fotografía blanco y negro. 46 x 52 cm |
Podría decirse que el elemento más importante en su obra es ese proceso que conduce a la presencia del cuerpo. Un cuerpo, el de Almeida, que pasa por una operación que busca retirarle cualquier carga teatral o de representación. Un cuerpo objetivado que a partir de una especie de despojo semántico puede entonces funcionar libremente dentro de la obra.
Para conseguir esto, Almeida partió del legado que dejaron la abstracción hard-edge, el pop art y el minimalismo, para someterlo a la mirada crítica de los conceptualismos y el performance tan en boga en la década de los setenta. Pero su propuesta no se asume en ninguno de estos medios, lenguajes o corrientes sino que sorprendentemente se manifiesta como fotografía, sin ser tampoco una fotografía "artística" en los términos del canon.
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Helena Almeida. Sente-me, 1979. Fotografía blanco y negro con cabello de caballo. 30 x 30 cm |
Es esa complejidad de la que se nutre la obra de Helena Almeida la que en un primer momento puede llamar la atención. Y es luego la manera tan aparentemente sencilla de resolverlo, de comunicarlo con una claridad propia del diseño y una sensibilidad por lo visual, lo que termina haciendo su obra tan valiosa.
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