Alfred Wenemoser: Retrotransformación y otros métodos de percepción



Como toda buena instalación, la propuesta de Alfred Wenemoser (Graz, Austria, 1954) para la Colección Mercantil comienza con una declaración sobre el cuerpo. Un túnel a la entrada de la exposición convierte al clásico espectador-leedor-de-rótulos en alguien que toma conciencia de su propio cuerpo, más atento a la visión como sentido que como órgano.

Así, al túnel donde un niño puede pasar divertido y un adulto tal vez se interrogue si podrá hacerlo, le sigue una mirilla donde solo una mirada atenta podrá ver (descubrir, como resultado de la acción de ver) un bello abanico del artista ruso, afincado durante un tiempo en Venezuela, Nicolás Ferdinandov.

La referencia a Ferdinandov (Moscú, 1886 -Curazao, 1925) no es casual. Fue él tal vez uno de los primeros que en un juicio anacrónico podríamos considerar como pionero del arte de la instalación en Venezuela, y en esa estela fue además quien inspiró a Armando Reverón a construir su mundo fantástico donde lo corpóreo era el eje central y modulador del espacio único que fue El Castillete de Macuto.

Pero así como la exposición reconoce el cuerpo del espectador como eje de la instalación, se vale también de esta estrategia para proponer una modificación de la naturaleza de los espacios propios de una colección institucional y convertirlos en soporte novedoso para una imbricación distinta con lo artístico. Esta reconsideración del espacio parece abrir la posibilidad de una transformación de la obra de arte no como objeto de contemplación sino como dispositivo capaz de despertar otras implicaciones sensoriales. Este interés subvierte la noción de autoría, original y copia, y lo hace en función de la obra de otros artistas que tuvieron o tienen similares inquietudes sobre la amplitud sensible de la imagen, como Ferdinandov, Gerd Leufert, Roberto Obregón y el propio Wenemoser.

La voluntad de modificar estructuras espaciales hipercodificadas por el uso (una sala de exposición, una biblioteca, la bóveda donde se almacenan las obras) hace que finalmente las obras del depósito aparezcan colgadas del techo de la galería, como cúmulo de tiempo, y que en el depósito, frecuentemente inaccesible, el público disponga de sillas que invitan a observar la videotransmisión de entrevistas con especialistas canónicos del arte venezolano.

El planteamiento de Wenemoser contribuye a poner el acento sobre una paradoja del arte visual, que tratándose de una manifestación expresamente destinada a la vista, su verdadero sentido cobra vida más allá de lo visible y se fundamenta en la conciencia del lugar que ocupamos, para que en todo caso, como mirones atentos, tratemos de no perder la poderosa referencia espacial que se construye siempre a través de nuestros ojos.

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